Escribiré pronto con otras noticias. Hoy sólo comento que sigo muy triste por el reciente fallecimiento de Alejandro Aura. Hoy se le rendirá homenaje a las 12 del día en el Teatro de la Ciudad.
El domingo pasado el suplemento “El Ángel” del diario Reforma publicó otro homenaje a Alejandro. Por cuestiones de espacio el texto que les envié salió muy recortado. Me parece que la edición lo deja como un texto formal y frío; estoy muy lejos físicamente de la familia y amigos de Alejandro y al menos quisiera contribuir en mi humilde medida a celebrar su vida hablando de las cosas más importantes que aprendí de él, así que subo aquí (al final del comentario) el texto íntegro por si lo quieren leer.
Y para leer la poesía de Alejandro, sus palabras que siguen y seguirán vivas, visiten el blog que mantuvo activo hasta el último día de su enfermedad, en http://www.alejandroaura.net/wordpress/
Prometo regresar pronto y responder a todos sus generosos mensajes.
I will write soon with other news. Today I’ll just say that I’m still very sad because of the recent demise of Alejandro Aura. Today there will be a ceremony in homage to him at noon at the Teatro de la Ciudad in Mexico City.
Last Sunday “El Ángel”, cultural supplement of newspaper Reforma, published another homage to Alejandro. Because of lack of space the text I sent them was cut rather short. I think that it was edited in such a way that it reads as a very formal and cold text; I am physically far away from Alejandro’s family and friends and I’d like at least to contribute in my own humble way to celebrating his life talking about the most important things I learnt from him, so I’m uploading here (at the end of this comment) the whole text in case you want to read it. (It’s obviously in Spanish.)
To read Alejandro’s poetry, his words that are and will continue on being alive, visit the blog he kept active up to the very last day of his illness, at http://www.alejandroaura.net/wordpress/
I promise to come back soon and answer to all your generous messages.
Este es el texto:
Despedida a Alejandro Aura
No puedo creer que falleció Alejandro. Así es la muerte, nos deja paralizados por la incredulidad. En el caso de Alejandro Aura la incredulidad es quizá mayor porque, pese a que sabíamos que estaba gravemente enfermo, se mantuvo en contacto diario con amigos, lectores y miles de personas que nunca conoció a través de su blog, cuya fantástica eficacia cibernética era obra también de su esposa Milagros Revenga.
No era el suyo, como podría pensarse, un “blog de enfermo”. Sí, Alejandro hablaba ahí de la enfermedad, de la cercanía de la muerte y sin duda la disciplina diaria de su escritura fue una fuente de fortaleza para él, pero es ante todo un blog de escritor. Durante sus últimos días se dedicó a escribir un “Canto rodado”, el poema muy largo en el que narra su batalla con el cáncer y al que concentró sus energías hasta unos cuantos días antes de morir. Además de este Canto y de sus historias, nos regalaba un poema diario en ese espacio. Todos los días.
No sé por dónde empezar para rendir homenaje a su memoria. Todos conocemos sus múltiples talentos. Creo que su figura pública en teatro y televisión, y después como promotor cultural tanto en el gobierno del DF como en Madrid, en ocasiones hicieron olvidar a muchos el gran poeta que fue, hasta el final. Pero es difícil para mí hablar de él así, como la figura pública. Estoy muy triste por su ausencia y triste por el dolor de su familia, a quien quiero entrañablemente, pero además muda de admiración y de respeto por la fortaleza de Alejandro, por la bravura, gallardía y hasta el lujo del humor con que enfrentó la muy larga y muy dolorosa enfermedad y su propia muerte, precedida recientemente del fallecimiento de su hija Cecilia.
Tengo muchos recuerdos entrañables de Alejandro: en sus pastorelas, actuando junto a sus hijos María y Juan; geniales conversaciones y alegría en el Hijo del Cuervo; una vez que me habló de su juventud aventurera, en una taquería del centro del DF. Y recuerdo innumerables comidas, cenas y fiestas (de navidad, año nuevo o nomás porque sí) en la casa que compartía en Mixcoac con su entonces compañera Carmen Boullosa. Alejandro era un cocinero ejemplar y gozaba casi perversamente con hacer caer a sus invitados en éxtasis paladeando sus platillos. Era un hombre muy alegre, muy divertido y también sabio, congruente, combativo. En esa casa de Mixcoac aprendí mucho de él, de Carmen y sus hijos sobre el gozo inmenso de estar vivo, sobre la entereza con que es posible enfrentar el dolor de la vida sin perder nunca la capacidad del goce y del placer, y sobre la generosidad. Vi crecer a María y Juan como los niños más felices y libres y a la vez responsables que pueda recordar, y sé que la fuerza vital de Alejandro se queda con ellos, al igual que con su hijo Pablo.
El día que murió Alejandro me fui a la cama muy triste y sin poder reaccionar. Estuve pensando, preguntándome dónde andaría, pensando en el dolor de su familia, en el dolor suyo porque no quería morir. De ahí empecé a recordarlo y todos los recuerdos eran gratos. No sé exactamente cómo fui hilando una cosa con otra, el caso es que de pronto me di cuenta de que lo que Alejandro Aura compartió con todos (conocidos y desconocidos también, porque su amor por el público de sus obras de teatro y programas de televisión era grande, y su lucha por la democracia y por la difusión cultural una pasión genuina) es la certeza de que la vida es una aventura maravillosa, y que nada más por eso vale la pena todo, incluyendo el dolor y la tristeza inmensos de este momento.
Ese pensamiento fue dulce y con ese me dormí. Se le va a extrañar mucho, pero es honda sin duda la huella que deja en la cultura de su país que tanto amó y en la vida y el corazón de su familia y todos sus amigos. Creo que el mayor homenaje a Alejandro Aura ha sido su vida misma, y su forma de morir.
Adriana Díaz Enciso